jueves, 19 de noviembre de 2015

La insurrección de los Tepehuanes

  Del levantamiento de Topia ya habíamos hablado, esta vez veremos lo ocurrido en una zona cercana, zona del pueblo Tepehuán en la zona del actual Durango. Con ello corroboramos, una vez más, eso de que la historia la escriben los vencedores y que tuvieron que pasar varios siglos para enterarnos de los muchos movimientos de insurrección que hubo luego de la caída de Tenochtitlán que el episodio conocido como “La Conquista” no se centra, precisamente al 13 de agosto de 1521, pues los alzamientos que hubo más allá del Valle de Anáhuac fueron numerosos.

  “Largo tiempo hacía que los tepehuanes en la provincia de la Nueva Vizcaya se manifestaban dóciles y sumisos con los misioneros, aceptando las costumbres y aun el traje de los españoles y reuniéndose pacíficamente en los pueblos de San Ignacio, el Zape, Santa Catarina y Papatzquiaro. Comerciaban con los vecinos de los reales y de las haciendas; servían en las minas y en los trabajos del campo, y habían levantado algunas iglesias notables por su aseo y elegancia. Además, tenían celebradas ya alianzas con las tribus vecinas y nada indicaba que estuviesen disgustados con el gobierno y trato de los conquistadores. La intolerancia de los religiosos que perseguía a los que entre los indios tenían fama de hechiceros, causa principal fue la terrible sublevación de los tepehuanes, que tantas víctimas hizo entre los españoles, los mestizos, los negros y los mulatos.

  Un indio viejo, conocido por hechicero y perseguido por los españoles, regaló un arco muy fuerte y muy adornado a uno de los principales tepehuanes, diciéndole que había recibido de un gran señor que en diversas formas se le había presentado a ofrecerle que libertaría a los pueblos del yugo extranjero, dando muerte a los religiosos y a los españoles. Tras esto comenzaron a correr maravillosas consejas: hablábase de dos indios, Lucas y Sebastián, y una india Justina, a quienes había tragado la tierra porque no quisieron apartarse de la religión de los cristianos, y de un muerto que se levantó de su sepulcro anunciando que el antiguo dios de los tepehuanes iba a volver sobre la tierra para ayudar a aquellas tribus a reconquistar su independencia. Todo esto fue sublevando los ánimos de los tepehuanes, que tramaron una gran conspiración, de la que no pudieron apercibirse los españoles, porque la reserva es uno de los caracteres distintivos de la raza indígena. Según se supo posteriormente, los conjurados debían dar el golpe el 21 de noviembre; pero apresurando su determinación, levantáronse en armas el 16 para aprovechar la llegada al pueblo de Santa Catarina de unas cargas de ropa, de las que pretendían apoderarse.

  Así lo ejecutaron sacrificando los insurrectos al padre Hernando de Tobar, jesuita, al padre Pedro Gutiérrez, franciscano, y a muchos españoles y mestizos, tanto en santa Catarina como en la estancia de Atotonilco, escapando solo de esa matanza Cristóbal Martínez de Hurdiade, hijo del capitán de Sinaloa, y un llamado Lucas Benítez. Atacaron a los sublevados al mismo tiempo en el pueblo de Guatimapí, aunque no lograron ocuparlo, y en Santiago 200 sublevados atacaron la iglesia en donde se habían refugiado algunos religiosos y los vecinos del pueblo. Los indios fingieron libre la salida de los sitiados; creyeron éstos en tal promesa, y abandonaron el templo; pero al encontrarse fuera de él, los tepehuanes les acometieron furiosamente, matando sin distinción hombres, mujeres y niños. Murieron allí los padres jesuitas Bernardo Cisneros y Diego de Orozco y se salvaron 6 españoles que encontraron un refuerzo que en socorro de ellos tardíamente conducía el capitán Martínez de Oliva.

  En el pueblo de San Ignacio o El Zape, el día 18 de noviembre los sublevados mataron diecinueve españoles que habían ido a prevenir una fiesta, a cuatro misioneros que estaban allí con el mismo objeto y a más de sesenta negros. El 19 dieron muerte al padre Hernando de Santarén y quemaron las fincas de campo, las oficinas y las casas de las minas y todos cuantos edificios pertenecían a españoles o mestizos. Los Xiximies comenzaron también a inquietarse al saber estas noticias, y el contagio cundió a los pueblos de Topia, sin embargo, el capitán Hurdaide logró cortar el fuego de la sedición.

  El terror había cundido en todas las villas y reales españoles de Zacatecas y Nueva Vizcaya. Llegaron a encontrarse espías de los sublevados dentro de Durango y por fin, por las órdenes del virrey y por lo grave del peligro, moviose el gobernador de la Nueva Vizcaya, don Gaspar de Alvear, con 60 españoles y 120 indios aliados rumbo a las minas de Guanaceví. Aquella expedición llegó al término de su viaje de 1617, hallando en su camino los cadáveres del regidor de Guadiana, don Pedro Rendón, y del religioso dominico fray Sebastián Montaño. En Guanaceví, fuera de la iglesia, en donde se habían hecho fuertes los vecinos, todo lo demás había sido destruido o devorado por las llamas. El gobernador mandó salir dos expediciones por distintos caminos, que debían reunirse en el pueblo del Zape, así lo hicieron explorando el terreno en el que hallaron multitud de cadáveres de los religiosos y de los demás vecinos de aquellas comarcas, y los tepehuanes huyeron retirándose por diversos rumbos. Por fin, después de algunas entradas en las que el gobernador anduvo más de doscientas leguas, incendiando pueblos, rancherías y sementeras; haciendo prisioneros a mujeres y a niños; quedó casi sometida sino pacificada la provincia. (1)

  Los Tepehuanes en la actualidad, se dividen en dos pueblos, uno que son los del Norte, para saber más de ellos, entra aquí,  el otro pueblo lo conforman los O'dam, es decir, los del Sur, datos sobre ellos están en este enlace.

Fuente:

1.- Riva Palacio, Vicente. México a través de los siglos. Tomo VI. Editorial Cumbre, México. 1976. pp. 106-108