lunes, 25 de octubre de 2010

Una visión a la Navidad de 1810, Hidalgo en Guadalajara

Pensar en la Navidad en nuestros días nos remite a temas de reflexión, de tristeza en algunos casos, en otros de alegría, hay una cierta nostalgia en la última semana del año, pero, tratándonos de ubicar en la Navidad, que por cierto, sería la última en la vida del Cura Hidalgo, estando en Guadalajara, me es bastante difícil entender lo que él estaría pensando en esos momentos. En la fiesta máxima de la Iglesia Católica, en pleno siglo XIX, cuando aun la presencia y dominio de las ideas medievales de Gloria, Paraíso, Infierno y Purgatorio las llevaba cada uno de los moradores de esta tierra, más aun una persona forjada en una institución de alta religiosidad.


La navidad en México tiene un antecedente del sincretismo que se dio en la fusión de la civilización europea con la azteca ya que “al igual que muchas deidades mexicas, Coatlicue era simultáneamente sacerdotisa y diosa; era una divinidad terrestre que se equiparaba con Toci (nuestra abuela) y Tonantzin (nuestra madre). El sincretismo se basa en su inmaculada concepción, igual que la Virgen María y en el hecho que las fiestas de Panquetzaliztli, dedicada a Huitzilopochtli y de Tititl, a Tonantzin, caían respectivamente en noviembre y diciembre, cercanas a la fecha de la Natividad del Señor”. (1)


Con el fin de que la evangelización fuera mejor entendida, dado que los conceptos que los franciscanos emitían eran difíciles de entender por ser los mexicanos de una mente menos abstracta y de mayor coexistencia con la naturaleza, los frailes se apoyaron en las artes escénicas, crearon las Pastorelas con la idea de celebrar más al modo indígena, más festivo y menos solemne, la venida del Señor, que igual se entendía como el nacimiento de Huitzilopochtli o las festividades de Panquetzaliztli; el sincretismo se dio una vez más. Sabedores de que el cura Hidalgo gustaba del teatro, seguramente las representaciones de las pastorelas le eran también de su agrado, de eso nunca se ha comentado, siempre se ha dicho que era aficionado a Moliere, incluso que lo traducía, pero, siendo el entendido en el otomí, náhuatl y purépecha; seguro que conocía las pastorelas, incluso en estos idiomas… solo que los momentos que vivía esa Nochebuena de 1810 eran distantes, en mucho de una festividad o una representación alegórica.


Estas festividades dieron paso a las Posadas, luego de que los Agustinos implementaron las Misas de Aguinaldo los nueve días anteriores a la Navidad ya que “estas misas tuvieron su mayor auge con la aprobación eclesiástica de Roma, cuando era prior de Acolman, el P. Fr. Diego de Soria. Al ser nombrado procurador de la provincia en España y roma consiguió del papa Sixto V el breve Licet is de Cuius Munare, del 5 de agosto de 1586, que concedía veinte años y cuarenta días de indulgencias para todos los asistentes. Para el año 1624, las misas de aguinaldo se habían extendido por toda la Nueva España y hasta en los conventos de monjas: (2) “la devoción fue tan grande y la alegría espiritual tan extraordinaria, que en pocos años no hubo iglesia ninguna en todo el Reino, así de españoles como de indios, donde no se cantasen, y aunque la indulgencia solo se ganaba en nuestras iglesias (las agustinas), la frecuencia de los fieles en todas, es tan grande que ya no hay diferencia del la Mar al Río, antes es tan grande la solemnidad, las músicas y las demostraciones de alegría que hay en los monasterios de monjas que se parece suya la devoción.” (3)


Tensa ha de haber sido la misa de Gallo del 24 de diciembre de 1810 para don Miguel Hidalgo pues las cosas no se estaban dando precisamente como el las hubiera querido. El enfrentamiento con Allende era más fuerte y ya lo tenía nuevamente junto a él. Las noticias que llegaban de Guanajuato, Aguascalientes, Lagos y San Luis Potosí no eran del todo positivas, Calleja avanzaba cada vez más sobre Guadalajara, un inminente enfrentamiento estaba cercano, mientras que esa Nochebuena 16 Insurgentes eran colgados en Acámbaro, ya lo sentenciaría el virrey Venegas: “Si así no lo hiciereis, temblad por vuestra suerte y temed un escarmiento ejemplar y terrible”.


“Unos meses después de iniciada la insurrección, Zacatecas, San Luis Potosí y Valladolid fueron abandonadas por los insurgentes ante la aproximación de las fuerzas realistas; solo Guadalajara y Guanajuato se defendían, con consecuencias desastrosas para los insurrectos. Cuando los realistas se acercaban a las poblaciones las fuerzas que las custodiaban las abandonaban de inmediato sin dar batalla. En Acámbaro, el comandante José de la Cruz ejecutó 16 insurgentes y los colgó de 4 en 4 en las entradas al pueblo, “es un espectáculo bastante horroroso. Si de este modo no hacemos entrar en su deber a esta canalla, sería preciso dejar una milésima parte solamente viva: pues es preferible la paz a toda otra consideración”. Después de las ejecuciones, la población se mantuvo quieta y muchos insurgentes de esta población se acogieron a indulto.”

AGN. T-140, f-71 de José de Cruz a Calleja, Acámbaro, 24 de diciembre de 1810. (4)


Fuentes:

1.- Revista Electrónica ABC Universidades.

http://www.abcuniversidades.com/Tema/8/La_navidad_en_mexico__las_posadas_.html

2.- Campo del Pozo, Fernando. Misas de aguinaldo, posadas y paradas en Venezuela. Colegio de San Agustín, Valladolid.

3.- Grijalva J de. Crónica de la Orden de NPS Agustín en las Provincias de la Nueva España. México, 1924. Citado por Campo del Pozo.

4.- Ortiz Escamilla, Juan. Guerra y gobierno: los pueblos y la independencia en México. Colección Nueva América. Universidad Internacional de Andalucía. Sevilla, 1997.

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