martes, 19 de octubre de 2010

Atequiza, municipio de Ixtlahuacán de los Membrillos, Jalisco. Cabeza número 129

Fue en la tarde del 24 de noviembre que Hidalgo y su enorme número de seguidores llegaron a la hacienda de Atequiza, la más grande y rica de la zona. De su llegada ya todos sabían pues en Guadalajara se estaban preparando para recibir triunfalmente a quién había iniciado la lucha por la independencia hacía apenas poco más de dos meses.


Son pocos, en realidad, los vestigios que quedan de la que fuera una enorme hacienda. Del paso del cura Hidalgo por este lugar no hay más que un monumento incrustado en una pared en donde se encontraba, quizá, la Casa Grande de Atequiza, estela de Cabeza de Águila no hay.


“El 24 de noviembre de 1810, el padre de la patria mexicana, el cura de Dolores Hidalgo, llegó a la Hacienda de Atequiza, propiedad de Ignacio Basauri. Traía consigo un ejército de siete mil hombres que durmieron esa noche en la hacienda. ¿Por qué Hidalgo decide quedarse en Atequiza? una teoría razonable es el abasto de alimento, pues eran miles de bocas y Atequiza tenía enormes trojes de diversos cereales”. (1)


Pero Atequiza no fue solo testigo del paso y la pernocta de Hidalgo ese día pues en las inmediaciones el movimiento insurgente continuó: “De 1812 a 1816 duró un heroico levantamiento de José Encarnación Rosas y los habitantes de la comunidad indígena de Mezcala contra el gobierno español, los insurgentes ribereños fueron sitiados en la isla del Presidio, pero en una oportunidad burlan la guardia y saquean la Hacienda de Atequiza para llevar alimento a los soldados”. (2)


Bustamante da fe de los hechos: “El día 24 de noviembre salieron de Guadalajara veintidós coches, a la hacienda de Atequízar, con órdenes de aquel gobierno para recibir a Hidalgo; llegó a San Pedro Analco, donde se le dio un banquete, y a la tarde, concluido el coro, se presentaron los canónigos a felicitarlo”. Hay una cierta imprecisión aquí pues se sabe que la pernocta de ese sábado 24 de noviembre fue en la hacienda de Atequiza, para que, al día siguiente, luego de escuchar misa, recordemos que era domingo, ya casi por iniciar el Adviento, por cierto; y fue hasta entonces que el contingente de recepción enviado desde Guadalajara lo escoltó para llegar a San Pedro Tlaquepaque. Sigamos leyendo a Bustamante.


“Al siguiente día se formó toda la tropa en dos alas con la infantería a retaguardia hasta la puerta de la iglesia catedral, donde estaba el batallón de Guadalajara; seguían la comitiva más de cien coches, las calles estaban pobladas de gente, y adornadas con colgaduras. En la puerta de la iglesia había un altar portátil; el deán Escandón salió a dar agua hasta dicha puerta, llegó Hidalgo al presbiterio y se cantó el Tedeum. Salió después a pie en procesión hasta palacio, en cuyo salón principal había un dosel, bajo el cual se sentó y recibió a las corporaciones, que le felicitaron con grandes arengas, a todas las que respondió cumplidamente; pero mucho más se esmeró cuando respondió a la de los colegios...


¡Ah, Hidalgo era un sabio! Había pasado sus bellos días en la educación de la juventud, conocía que las ciencias son el resorte de la libertad de los pueblos, él quería dársela y por esto se fijaba con más ahínco en este linaje de gentes, y formaba sus delicias en tratar con ellas de tan importante negocio. Suplico a usted por nuestra amistad se sirva ya dar una ojeada sobre los oficios librados al virrey Venegas por la Audiencia y Cabildo eclesiástico de Guadalajara, sincerando su conducta en razón de este recibimiento, los cuales se publicaron en la Gaceta de México núm. 16, tomo 2º, del día 5 de febrero de 1811, págs. 109 a 111”. (3)


Fuentes:

1 y 2.- Wikipedia.

3.- Bustamante, Carlos María. Sexta Carta del cuadro Histórico de la Revolución.

http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/bustamante/6.html


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