sábado, 22 de mayo de 2010

Irapuato, Guanajuato. Cabeza número 10

Dar con las Cabezas de Águila de Irapuato fue cosa sencilla, digo, por un lado, cabezas en plural, debido a que es una de las pocas ciudades que tiene dos estelas dentro de su área urbana; si fue fácil fue gracias al muy claro mapa que mi buen amigo virtual, Bob, me envió. Cabrá mencionar que si se llama Bob, es decir, Robert, no porque no sea de por acá, no quiere decir que no sepa muy bien de que se le habla y en donde están estos monumentos.


La Cabeza de Águila de la que nos ocupamos hoy es la que marca la salida poniente, es decir, luego de la estancia de don Miguel Hidalgo en Irapuato, el ejército Insurgente siguió, en avanzada, rumbo a Silao, don Miguel lo hizo rumbo a Burras con una escala en Jiripitío.


Es interesante el caso de Irapuato, pues, siendo dos Cabezas las que aquí existen y que ambas fueron colocadas a las afueras de la ciudad hace 50 años, en la actualidad ambas se encuentran muy próximas al centro de la población; con esto notamos como ha crecido a lo largo de cinco décadas la población en esta parte del Bajío.


“La recepción en Irapuato de los Insurgentes fue emotiva por la entrega y entusiasmo de los locales. La población se encontraba, además de informada ya de lo que estaba sucediendo, participando de la situación que se había venido dando en ella, como en toda la Nueva España, provocadora de sinfín de problemas en el decenio que aconteció a la explosión de Independencia y que se manifestó por una falta enorme de seguridad: asaltos en las casas, calles y los caminos, carestía y pobreza. Base de datos muy informativos, pero también, por la riqueza de expresión, pintoresca y llena de viveza y colorido, lo es una página que describe ese acontecimiento escrita por un notable historiador y periodista del siglo pasado (XIX) y principios del presente (XX), don Eduardo M. Vargas, irapuatense ilustre y conocedor que señala:


“Continuando su marcha hacia Guanajuato, llegó el cura Hidalgo a las cercanías de Irapuato, acompañado del ejército en Loma de Ánimas (Ciudad de los Olivos). Hidalgo envió sus emisarios para intimar a las autoridades a que no hicieran resistencia los vecinos, pues inútil sería el derramamiento de sangre; accediendo a sus insinuaciones los Insurgentes entraron pacíficamente con su General a la cabeza, junto con Allende, Aldama y otros jefes, que rodeaban el estandarte de la virgen de Guadalupe; seguía el Regimiento precedido de su banda de música y trompetas, un cuerpo de Dragones con su oficial que portaba un retrato de Fernando VII; enseguida los charros con sus trajes típicos, peones a caballo, millares de gañanes y vecinos del pueblo, con hondas, lanzas, garrotes, hoces, espadas, machetes, puñales, palos, bolsas con piedras, reatas y lazos. Algunos venían armados de mosquetes y pistolas y otros prestaban servicios para acarrear víveres, sin faltar mujeres que desempeñaban el puesto de vianderas o sea las populares “Adelitas”.


El estandarte de Hidalgo fue colocado con sus respectivos honores en la Casa Consistorial, después la cárcel que carecía de portal, la extensa Plaza de Armas, llena estaba de reclutas los días que permaneció el ejército en la localidad. Ante el estandarte los Insurgentes hacían ejercicios militares. Había festividades religiosas por los capellanes del ejército precedidos por la imagen Guadalupana que se llevaba a la Parroquia y recorría las calles en medio de grandes regocijos populares. Alojado el Cura Hidalgo en el cuartel del Regimiento del Príncipe, colocaba el estandarte en lugar prominente. Gran número de soldados llevaban en la toquilla del sombrero o en las puntas de las lanzas la imagen de Guadalupe.


Entretanto el ejército de los Insurgentes aumentó considerablemente con los vecinos de la localidad y de las haciendas así como procedentes de poblaciones circunvecinas, y aun de puntos lejanos, como La Piedad, Puruándiro y otros lugares de Michoacán; Irapuato era el campo de concentración y sus habitantes se adhirieron desde luego a la causa que defendía Hidalgo y sus denodados compañeros.


El Intendente Riaño envió un informe a Calleja el 26 de septiembre que le decía “los pueblos se entregaron voluntariamente a los Insurgentes, hiciéronlo ya en Dolores, San Miguel el Grande, Celaya, Salamanca e Irapuato, Silao está presto a verificarlo…”


Efectivamente, en Irapuato se unió a Hidalgo la escolta del Regimiento del Príncipe; los habitantes contribuyeron con armas e infinidad de instrumentos cortantes que apresuradamente fabricaban o arreglaban los artesanos. El ejército de más de 30 mil hombres fue proveído de víveres, ropa, utensilios y diversos menesteres. Había una fábrica de pólvora de concesión especial del Virrey, y se aprovechó para elaborar gran cantidad de explosivos. Los hacendados, aun los españoles, tuvieron que acceder a las instancias de los jefes de la insurrección para proporcionarles cereales en abundancia, animales y dinero.


Salió el ejército libertador, después de haber desfilado ante el Comandante General Hidalgo, quién presenció la marcha hacia el camino de El Copalillo y La Nopalera. Sentado en silla rústica y ante la imagen de Guadalupe y a la sombra de un secular y frondoso fresno. Irapuato se significó por su entusiasmo en ayudar a la causa.” (1)


Fuente:


1.- Rivera Uribe, Silvano. Añoranzas. Historia de Irapuato. Escuela Preparatoria de Irapuato. Universidad de Guanajuato, 2002.


Nota:


Irapuato es una de las pocas (lamentablemente), poblaciones del Estado de Guanajuato que aun conservan las placas conmemorativas del Centenario. Estas son las que ves en esta fotografía; para saber más al respecto, entra aquí:


http://vamonosalbable.blogspot.com/2010/03/las-placas-conmemorativas-del.html



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