jueves, 25 de mayo de 2017

El Arzobispado de Michoacán durante las Fiestas del Centenario

   En Nueva España la presencia eclesiástica era total, en ocasiones dominaba más que la autoridad civil. Fue precisamente un sacerdote el que inició el movimiento de insurgencia y lo primero que se estableció una vez consumada la Independencia, fue  que la naciente nación sería Católica y no aceptaba la presencia de ninguna otra religión. Vendrían luego las Leyes de Reforma y la consecuente guerra, en ella se establecía la separación del Estado y la Iglesia, se confiscarían sus bienes, se exclaustarían a los religiosos de todas las órdenes y, establecida la Pax porfiriana, el Estado seguía siendo laico y con una buena relación con la Iglesia. De ahí que la Iglesia Católica se uniera a las celebraciones del Centenario de 1910:

 Gobierno Eclesiástico de Michoacán.
Circular No. 64.

  El año próximo se cumplirá el primer centenario del movimiento político, que en 1810 se inició en favor de la Independencia Nacional que fue gloriosamente consumada once años después. Dios ha concedido a los pueblos el derecho de emanciparse y vivir por sí mismos cuando ya están capaces de formar sociedades perfectas; y así, quienes promueven su independencia y en ella toman parte, muy lejos de ser vilipendiados por esto, son acreedores a nuestra gratitud y a nuestra admiración como que se han sacrificado por la Patria.

  Estas consideraciones nos llevan a ordenar a los Señores Curas de nuestra querida arquidiócesis que en un día del mes de Septiembre del año venidero, que le parezca más oportuno, convoquen a los fieles a la Iglesia Parroquial para que se cante un solemne "Te Deum", en acción de gracias a Dios por la iniciación de la Independencia Nacional, y al día siguiente se celebre una misa solemne de Requiem por el descanso eterno de los que se sacrificaron por la Patria. Esta circular será leída inter missarium solemnia, el domingo siguiente a su recepción.

  Dios guarde a Ustedes muchos años. =Morelia, noviembre 1° de 1909. = Atenógenes, Arzobispo de Michoacán. P.O. de S.S.I. R. Francisco Banegas, Secretario.

Está copiado de su original.
Eucario Farías Herrera.

Nos el Dr. D. Atenógenes Silva, Arzobispo de Michoacán; Lic. D. Manuel Rivera, Obispo de Querétaro; Dr. D. J. Othón Núñez, Obispo de Zamora y Dr. D. Emeterio Valverde Téllez, Obispo de León.

A los muy ilustres y venerables Cabildos de nuestra Santa Iglesia Catedral, al Venerable Cabildo de la Colegiata de Nuestra Madre Santísima de la Salud, a nuestro Venerable Clero secular y regular y a todos los fieles de esta provincia eclesiástica, salud y paz en Jesucristo Nuestro Señor.

  Bien sabéis V.I. y muy amados hijos, que en este año se celebrarán con regocijos inusitados, el centenario de la iniciación de la Independencia de nuestra Patria. Con este motivo, nuestro Santísimo Padre el Sr. Pío X nos ha dirigido a los Obispos de México una importantísima carta que os vamos a dar a conocer. Debemos estar agradecidos a Su Santidad, porque entre los múltiples cuidados que trae consigo la solicitud de todas las Iglesias, no se olvida de nosotros, y nos enseña la mejor manera de celebrar nuestra fiesta nacional. He aquí la carta.

A nuestros Venerables Hermanos, los Arzobispos y Obispos de la República Mexicana.

Pío Papa X

Venerables Hermanos, salud y Bendición Apostólica.

  Con motivo de las solemnidades seculares que muy pronto celebrarán en vuestro país para conmemorar la fundación de vuestra República, tenemos entendido que pensáis decretar  brillantes festividades religiosas, tanto para dar a Dios Todopoderoso las gracias debidas por los beneficios que hasta el día ha colmado a vuestra nación, como para implorar en lo futuro el divino favor [...]

  El colmo que todos los bienes que, por dignación divina posee la Nación Mexicana, consisten en la Fe y la Sabiduría Cristiana. Ella no solo abre al hombre el camino que la conduce a la salvación eterna sino también contribuye en grande escala como lo atestigua la historia, a su grandeza temporal. Sabemos que tenéis positivo empeño, como es nuestro deber, en que vuestros compatriotas conserven esta preciosa herencia que les legaron sus mayores. Pero tened entendido que la conservarán con tanto mayor ahínco, mientras mejor la conozcan. Quisiéramos, por tanto, que durante la celebración de éste centenario, no solo se predique por todas partes, sermones sobre los preceptos y fundamentos de la fe, sino que también se establezcan fundaciones piadosas para la cristiana educación del pueblo, y en especial de la juventud. Estamos seguros que en empresa tan grande, no desmayaréis un momento. Pero ante todo, cuidad que vuestros fieles reverencien siempre con suma piedad a la gran Madre de Dios, cuya presencia y singulares favores están acostumbrados a sentir, sobre todo, en el Templo de Guadalupe. [...]

   He aquí venerables hermanos, lo que hemos juzgado deber advertir en esta ocasión. Si nosotros, con la diligencia que os distingue en el desempeño de vuestras funciones pastorales, os esforzáis por ponerlas en práctica, la celebración del Centenario de la independencia Mexicana, no dejará de producir frutos oportunos. Nos entre tanto, en prende de dones celestiales y de nuestra propia benevolencia, enviamos de todo corazón la bendición Apostólica, a vosotros misioneros y a toda la Nación Mexicana.

  Dada en Roma, junto a San Pedro el día 21 de febrero de 1910. Año 7° de Nuestro Pontificado.
Pío Papa Décimo.

Los documentos los localicé en el Archivo Parroquial de Salamanca, están contenidos dentro del Libro No. 3 de Providencias Diocesanas. El emitido en Roma es bastante largo, no transcribí todo lo relacionado a la pastoral pues el interés que tengo es documentar sobre la participación de la Iglesia en las Fiestas del Centenario. Si el tema te interesa, puedes leer más aquí.

domingo, 14 de mayo de 2017

Juan Benito Díaz de Gamarra y Dávalos, el que influyera en las ideas de Hidalgo

  Esta vez doy con una semblanza de un singular personaje al que le debemos poner la debida atención dado que, como menciona el autor del artículo, Luis González, influyó en los pensamientos de Miguel Hidalgo y José María Morelos en sus tiempos de estudiantes en el Colegio de San Nicolás. Veamos:

Gamarra y los errores del entendimiento.

  “Juan Benito Díaz de Gamarra y Dávalos, el primer hombre de estatura nacional, oriundo del Bajío Zamorano, nació en la villa de Zamora en 1745. Su padre, hombre de posibilidades, lo mandó a estudiar a San Ildefonso de México, donde los jesuitas les proponían a sus alumnos investigar minuciosamente todas las cosas, descifrar los enigmas, distinguir lo cierto de lo dudoso y despreciar los inveterados prejuicios de los hombres.

  El mismo año de la expulsión de los Jesuitas Gamarra partió a Madrid y a Roma con el propósito de obtener documentos reales y pontificios para diversas fundaciones de los filipenses o Congregación del Oratorio, a la que se había incorporado un poco antes. El filipense también aprovechó el viaje a Europa para conocer a los líderes del modernismo o ilustración, escudriñar en las más surtidas bibliotecas del Viejo Mundo, inquirir sobre las últimas invenciones técnicas, ponerse al día en las ramas más útiles de las ciencias, obtener un doctorado en cánones por la Universidad de Pisa, saturar su mente de proyectos de renovación para la Nueva España y sobre todo para su provincia mayor de Michoacán, y traer de Europa libros novedosos e instrumental científico de inmediata aplicación a las necesidades de su patria.

  A su regreso de los países latinos de Europa se dedicó por entero a la instrucción de la juventud y a la composición de sus obras en el Colegio de San Miguel Grande, en una villa entonces de Michoacán y hoy de Guanajuato. Todavía más, apenas de regreso de un Viejo Mundo que se remozaba rápidamente, se le hizo catedrático y rector del Colegio de San Francisco de Sales, donde, según cuenta Germán Cardoso, las enseñanzas y actitudes del nobel maestro sacudieron de raíz las mentes de los jóvenes estudiantes; pero despertaron también, el recelo y la envidia entre los miembros antiguos del Oratorio. Como quiera, obtuvo la ayuda del Obispo de Michoacán y una recomendación del mismo para su obra: Elementos de filosofía moderna, escrita para la juventud que se acercaba por primera vez al estudio de la filosofía. Los Elementos fueron escritos para difundir una corriente de pensamiento en la que buscamos la sabiduría sólo con la razón y dirigimos la razón con experimentos y observaciones de los sentidos, la conciencia íntima, el raciocinio y con la autoridad acerca de aquellas cosas que no pueden saberse por otro camino. Gamarra, con su libro, sembró una fecunda semilla para la transformación de la mentalidad mexicana; puso el primer explosivo a muchas ideas inútiles acarreadas por la tradición; se convirtió en el padre espiritual de una patria de la que serían posteriormente padres políticos Hidalgo y Morelos.

  El filósofo michoacano Benito Díaz de Gamarra escribió otros dos libros muy importantes: Academia filosófica y Errores del entendimiento humano. En la primera hace reflexiones útiles sobre la física, la electricidad y la óptica. La segunda contiene una crítica de prejuicios, conductas, costumbres y modas practicadas por los mexicanos. Esta es la obra de un educador que quiere hacerse oír de un público amplio que pretende el bienestar social de las mayorías, que le reprocha al régimen español el anacronismo e ineficiencia de su régimen pedagógico. No puede negarse a Gamarra la gloria de haber sido el primero de nuestros compatriotas que se atrevió a combatir el antiguo método dándonos una filosofía acomodada al gusto de las naciones más cultas de Europa. El libro de los Errores, es, según Samuel Ramos, el primer ensayo filosófico que se aplica a la interpretación y al servicio de nuestra circunstancia. Con justicia Nicolás Rangel lo consideró uno de los precursores ideológicos de la independencia de México. No pudo vivir los días de la lucha de independencia porque murió en 1783, antes de cumplir cuarenta años de edad." (1)

Fuente:

Michoacán, lagos azules y fuertes montañas. Colección Monografías Estatales. Secretaría de Educación Pública. México, 1980. pp. 109-110